Por Siobhan Guerrero Mc Manus

Hace algunos días se celebró el Día de la Niñez en México. Las redes sociales, las escuelas y las familias se colmaron de dibujos, dulces, canciones, juegos. Hubo flores, fotos, promesas. Pero no para todas las infancias. Cada año, en medio del jolgorio, hay quienes no encuentran en esta fecha ni reconocimiento, ni apoyo, ni cariño. Nos referimos a las infancias trans.

Las infancias trans son niñas, niños y niñes cuya identidad de género no se corresponde con el sexo asignado al nacer. No se trata de una moda ni de una confusión. Se trata de personas —sí, personas— que desde temprana edad han comenzado a explorar quiénes son, a expresarlo con palabras, con gestos, con juegos, con silencios, con resistencias. Son infancias que, como todas, tienen derecho a un entorno donde puedan vivir sin miedo, donde la posibilidad de nombrarse no implique castigo, exclusión o violencia.

En México, según la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2021), el 0.9% de la población mayor de 15 años se reconoce como trans. Esta cifra, aunque pueda parecer modesta, revela algo contundente: por primera vez en la historia del país, la generación más joven —la llamada generación alfa— es también la que reporta el mayor número de personas LGBT. Nunca antes hubo tantas personas viviendo y nombrando con libertad su orientación sexual o su identidad de género. Esto es señal de un cambio social profundo. Pero también de una batalla cultural en curso.

En los últimos años, la visibilidad de las infancias trans ha crecido, tanto en México como en otras partes del mundo. Esta mayor presencia, sin embargo, ha venido acompañada de un conjunto de polémicas y pánicos morales que amenazan la posibilidad misma de que estas infancias vivan con dignidad. En lugar de preguntar cómo crear espacios seguros para su bienestar, muchas personas y actores políticos han optado por sembrar dudas, esparcir rumores y difundir información errónea, que confunde incluso a aquellas familias que lo único que desean es hacer lo mejor por sus hijes.

No es un fenómeno aislado. A nivel internacional, el crecimiento del reconocimiento legal y social de las personas trans ha sido contrarrestado por una ola de retrocesos impulsados por discursos alarmistas. En países como Estados Unidos y Reino Unido, los avances en el acompañamiento afirmativo de género han sido atacados por campañas que distorsionan la realidad. En ambos contextos, decisiones políticas recientes han restringido los derechos de las infancias trans, no porque existan nuevas evidencias científicas, sino porque el miedo y la desinformación han penetrado profundamente en los espacios de toma de decisiones.

Este ensayo busca precisamente arrojar algo de claridad. Explicar quiénes son las infancias trans, cuáles son sus desafíos y cuál ha sido su historia de lucha en México y América Latina. Sobre todo, pretende señalar por qué hoy, más que nunca, el principal reto que enfrentan estas infancias es la desinformación. Una desinformación que se vuelve estructura, que se normaliza, que pone en riesgo vidas.

La historia de una lucha

Hablar de infancias trans en México es también hablar de un proceso histórico. Durante décadas, la posibilidad de que una persona menor de edad pudiera cambiar su identidad de género en documentos oficiales era simplemente inexistente. Hasta 2014, el trámite de reconocimiento de la identidad de género para personas trans era judicial, lento y estigmatizante, incluso para personas adultas.

La historia cambia a partir de 2015, cuando la Ciudad de México modifica su Código Civil para permitir un procedimiento administrativo de rectificación de actas de nacimiento por identidad de género. Esta reforma marcó un antes y un después, y fue impulsada en gran medida por el activismo de personas trans adultas. Sin embargo, el procedimiento sólo estaba disponible para mayores de edad.

El caso de Sophía, una niña trans de la Ciudad de México, cambió el rumbo de las cosas. Su familia, acompañada por activistas y organizaciones como Litigio Estratégico en Derechos Sexuales y Reproductivos LGBTI+ (LEDESER) o la Red de Familias Trans, exigió que también las infancias pudieran acceder al mismo derecho. Este hecho dio lugar a la creación de un debate en la esfera pública y a la articulación de una serie de alianzas entre voces de la academia, el activismo, los organismos de los derechos humanos y las propias familias con hijes trans. Comenzó así la lucha por el reconocimiento de las identidades trans en infancias y adolescencias.

Eventualmente, esta lucha fue cristalizando en una serie de logros, como el reconocimiento en el estado de Jalisco de la identidad autopercibida en niñes y adolescentes y, posteriormente, logros semejantes en estados como Oaxaca y Baja California, por mencionar algunos. También se consiguió que la Suprema Corte de Justicia de la Nación declarara como inconstitucional las leyes que restringen el derecho a la identidad autopercibida a personas adultas. Desde luego, esta lucha no ha estado exenta de dificultades pues han habido voces que se han opuesto a estos avances argumentando desde el pánico moral, algo que abordaremos en las siguientes secciones. 

En cualquier caso, esta historia no empieza ni termina en México. En América Latina, Argentina fue pionera en el reconocimiento del derecho de las infancias trans a ser nombradas en sus propios términos. En 2013, el caso de Luana, una niña trans que obtuvo su Documento Nacional de Identidad (DNI) con nombre e identidad autopercibida a los seis años, se convirtió en un hito a nivel internacional. Hoy Luana es adolescente, y su historia ha sido un parteaguas que transformó el modo en que el mundo entiende que las infancias —sí, las infancias— tienen agencia, voz, y capacidad para hablar de sí mismas. Su caso ayudó a que en muchos países se reconociera que las identidades trans no son “imposiciones adultas”, sino vivencias profundas que comienzan desde edades tempranas.

El cuidado afirmativo de género

Frente a los discursos de odio y las campañas de desinformación, ha emergido un modelo que busca centrar la dignidad, el bienestar y la escucha: el modelo de cuidado afirmativo de género. Este modelo ha sido desarrollado durante las últimas décadas a partir de una perspectiva transdisciplinaria que reúne los aportes de profesionales en psicología, trabajo social, bioética, derechos humanos y, sobre todo, de personas trans que han compartido sus experiencias y necesidades.

A diferencia de enfoques patologizantes o coercitivos, el cuidado afirmativo no se pregunta si una infancia «es» o «no es» trans desde una lógica de sospecha. Lo que propone es otra cosa: ¿cómo podemos crear espacios seguros para que toda infancia explore su identidad sin miedo ni castigo? ¿cómo garantizar que ese proceso se desarrolle con información adecuada, apoyo emocional, respeto a los tiempos individuales y sin presiones?

Estos modelos reconocen que los procesos de exploración de la identidad de género comienzan desde muy temprano. No se trata de imponer identidades, sino de permitir que se desarrollen sin obstáculos. Por ello, insisten en que el acompañamiento debe adaptarse a la edad, ser gradual, respetuoso y, sobre todo, debe cuidar la integridad de los derechos humanos. Ni coerción, ni imposición, ni abandono.

Al trasladar el tema de la identidad de género al ámbito de los derechos humanos, lo que se busca es la despatologización y descriminalización de las identidades trans. No hace mucho, estas identidades eran entendidas en clave de pecado, crimen o enfermedad mental. Afortunadamente, hoy la propia Organización Mundial de la Salud ha eliminado a las identidades trans del apartado de trastornos mentales y reconoce que las personas trans no están enfermas. La medicina contemporánea ha alcanzado un consenso claro: los modelos de cuidado afirmativo de género permiten a las personas trans vivir vidas más dignas, protegidas y con mejores condiciones de salud mental y bienestar.

No se puede olvidar que América Latina es la región más letal del mundo para las personas trans. Y que México ocupa el segundo lugar internacional en transfeminicidios. El acompañamiento no es un lujo: es una urgencia vital.

También es urgente dejar de lado los prejuicios etaristas que suponen que las infancias no pueden comprenderse a sí mismas. Estos prejuicios han producido injusticias epistémicas que silencian sus voces y niegan su capacidad para nombrar sus experiencias. A ello se suma la falta de una educación sexual integral que provea a todas las infancias de herramientas para entender su cuerpo, sus emociones y su identidad. Callar no protege: silencia. Negar no cuida: vulnera.

Los cinco jinetes del pánico moral

Los avances de los últimos años han sido atacados por una batería de argumentos que, aunque disfrazados de preocupación, son en realidad expresiones de pánico moral. Estos pánicos suelen organizarse en cinco grandes líneas:

  • Pánicos sobre el desistimiento: Se afirma que la mayoría de las infancias que se identifican como trans más tarde «desisten», es decir, cambian de identidad. Sin embargo, esta afirmación se basa en estudios obsoletos o mal interpretados, muchos de los cuales confundían la no conformidad de género con identidad trans. La evidencia más reciente muestra que cuando hay acompañamiento afirmativo y sin coerción, la persistencia en la identidad es alta.
  • Pánicos sobre la detransición: Se sobredimensionan los casos de personas que luego de una transición deciden revertirla, insinuando que esto prueba un error sistémico. Pero la detransición es infrecuente, y cuando ocurre suele estar relacionada con contextos de presión social, discriminación o falta de apoyo. Además, el acompañamiento afirmativo no busca acelerar procesos, sino permitirlos con seguridad.
  • Pánicos sobre la etiología de las identidades trans: Aquí se introduce la idea de que las infancias trans están confundidas, que sufren de “disforia de inicio rápido” o que en realidad tienen autismo y por eso no comprenden su identidad. Estas ideas no tienen base científica sólida y se sustentan en estudios poco rigurosos. Además, patologizan la diferencia.
  • Pánicos sobre la hormonización y mutilación: Se difunde la idea falsa de que a les niñes trans se les dan hormonas o se les somete a cirugías. La verdad es que, en México y en muchos otros países, no hay intervenciones médicas de ese tipo en la infancia. El acompañamiento es psicosocial, centrado en el respeto y el bienestar.
  • Teorías conspirativas: Finalmente, hay quienes sostienen que todo esto es parte de una agenda oscura. Algunos apuntan a supuestos lobbies judíos, otros a intereses farmacéuticos y algunos más a un proyecto transhumanista. Estas teorías no sólo carecen de fundamento, sino que propagan odio, antisemitismo y transfobia.

Estas formas de pánico no se sustentan en evidencia, sino en temor, desinformación o franca manipulación ideológica. Es por ello que es fundamental evitar caer presa de bombas de rumores que propagan miedos sin ningún sustento. 

Conclusión

Las infancias trans existen. Viven, juegan, ríen, preguntan, dudan, sueñan. Como cualquier niñez, necesitan cuidado, amor y respeto. Pero también necesitan que la sociedad escuche, aprenda y actúe con responsabilidad. Hoy, más que nunca, el mayor peligro para estas infancias no es su identidad, sino el miedo que otros proyectan sobre ella.

Invitamos a los medios de comunicación a dejar de sensacionalizar las vidas trans. Tratar estas historias con morbo o condescendencia no sólo es irresponsable, también es violento. La representación debe hacerse desde el respeto, la dignidad y la escucha. Así mismo, invitamos a las familias a acompañar a sus hijes trans desde el amor, no desde el miedo ni el prejuicio.

Hoy, desafortunadamente, las polémicas en torno a las infancias trans —y a las personas trans en general— están siendo afectadas por las dinámicas de la posverdad. Como ocurre con el cambio climático o las vacunas, la ciencia está siendo atacada por posiciones conservadoras y antiderechos que buscan imponer visiones regresivas. Por ello, es fundamental no caer presa de bulos ni de campañas de desinformación. Escuchemos la evidencia. Escuchemos a las personas. Escuchemos, sobre todo, a las infancias.

En el Día de la Niñez, el gesto más radical que podemos ofrecer no es una flor, un dulce o un aplauso, sino el compromiso de construir un país en el que ninguna infancia tenga que ocultarse para ser amada.

Para saber más

Derecho a la identidad de género de niñas, niños y adolescentes, México, Tribunal Superior de Justicia y Consejo de la Judicatura de la Ciudad de México, 2016. 

Feinberg, Leslie, “Liberación transgénero: un movimiento cuyo tiempo ha llegado”, en Pol Galofre y Miquel Missé (editores), Políticas Trans. Una Antología de textos desde los estudios trans norteamericanos, Barcelona, Egales Editorial, 2015, p. 67-104. 

Gill-Peterson, Jules, Historias de la infancia trans, Barcelona, Bellaterra Edicions, 2022. 

Guerrero Mc Manus, Siobhan y Leah Muñoz Contreras, “Epistemologías transfeministas e identidad de género en la infancia: del esencialismo al sujeto del saber”, Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género de El Colegio de México, volumen 4, mayo de 2018. disponible en línea: https://estudiosdegenero.colmex.mx/index.php/eg/article/view/168.

Imagen de portada: Pareja de niños, Rufino Tamayo, 1966. Colección: Banco de la República de Colombia. Imagen tomada de: https://colecciones.banrepcultural.org/document/retrato-de-ninos-pareja-de-ninos-pintura/63a069015d96b8790f25e997.

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