Por su fragilidad de salud y larga longevidad, no por predecible, deja de ser muy lamentable el fallecimiento a los 93 años de edad de Silvia Verónica Pasquel Hidalgo, mejor conocida por su nombre artístico como Silvia Pinal (1931-2024), una de las más importantes luminarias del cine, teatro y televisión mexicanas. Si bien, en lo personal, creo que sus condiciones histriónicas no eran excelsas, su presencia y extraordinaria belleza literalmente llenaban las pantallas de cine o televisión.
La hermosa e inolvidable Silvia Pinal, nació el 12 de septiembre de 1931 en la norteña ciudad de Guaymas, Sonora, en el contexto del Maximato encabezado por un paisano suyo, Plutarco Elías Calles, específicamente, durante el breve periodo presidencial del ingeniero Pascual Ortiz Rubio. Su historia de vida fue muy peliculesca, ya que fue hija de la bailarina, María Luisa Hidalgo Aguilar y del director de orquesta de la importante radiodifusora XEW, Moisés Pasquel, quien sedujo, embarazó y abandonó a su suerte a la joven María Luisa sin reconocer como sus hijos a la pequeña Silvia y a sus hermanos (Eugenio, Moisés y Virginia).
Por su precaria condición económica, la aún adolescente María Luisa Hidalgo trabajó con ahínco en una marisquería cerca de la calle Ayuntamiento en el otrora Distrito Federal, donde se ubica la afamada estación de radio XWE, que se convirtió en un importante semillero de grandes artistas de resonancia nacional e internacional. Afortunadamente, en 1936, María Luisa Hidalgo se casó con Luis G. Pinal, un periodista, militar y político veinte años mayor que su pareja sentimental. Pero al contrario de su padre biológico, Luis Pinal sí reconoció a la pequeña Silvia como su hija. Por motivos laborales la familia Pinal Hidalgo tuvo una vida errante en diversos espacios como Querétaro, Acapulco, Monterrey, Chilpancingo, Cuernavaca, Puebla y Ciudad de México.
De esa manera, además de abrevar de las culturas propias de sus lugares de residencia, Silvia Pinal, desde muy pequeña, tuvo una gran empatía y fascinación por las actividades artísticas, ya que le gustaba asistir a funciones musicales y de cine, además de escribir y declamar poemas a muy temprana edad. Por lo tanto, la pequeña Silvia, más que sobresalir en sus estudios, se volvió muy popular en los espectáculos que organizaban las escuelas en las que se formó, ya fuera en Cuernavaca, Morelos o en la Ciudad de México.
En este contexto, su progenitor preocupado por su futuro laboral, le exigió también estudiar la carrera técnica de mecanografía y, en 1945, a sus escasos 14 años de edad, Silvia Pinal se incorporó a la empresa fotográfica Kodak para laborar como secretaria. Con sus ingresos económicos, Silvia Pinal no se durmió en sus laureles y con grandes sacrificios se preparó artísticamente con clases de ópera y de teatro, ya que apenas adolescente se planteó la meta de incorporarse al mundo del espectáculo, que años después no dejaría.
Ya para mediados de los años cuarenta, su espectacular belleza llamaba mucho la atención, por lo que fue casi natural que Silvia Pinal ganara un concurso de belleza y fuera proclamada como «Princesa Estudiantil de México». En dicho evento tuvo la fortuna de conocer a los actores de cine Rubén Rojo y Manolo Fábregas, quienes la alentaron a dedicarse al mundo artístico.
Mientras tanto, Silvia Pinal, a la par de formarse artísticamente con clases de canto y teatro, laboró como secretaria en los entonces prestigiados Laboratorios farmacéuticos Carlos Stein. Más adelante, tras fracasar en su intento de ganar un papel en la ópera La Traviata, un profesor le aconsejó tomar cursos de actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Con cierto temor, la entonces bella secretaria asumió el reto. En el INBA, Silvia Pinal fue una destacada alumna de figuras de las letras e intelectualidad como Carlos Pellicer, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia (fundadores de la revista Los contemporáneos) y en esta dinámica, en 1947, debutó como extra en una representación de Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare. De esta manera, sin abandonar su trabajo publicitario de la empresa de productos farmacéuticos, su jefe al saber que estudiaba actuación, la alentó a participar en programas de radio en la XEQ, al lado de locutores de la talla de Luis Manuel Pelayo y Carlota Solares.
De manera fortuita, en la XEQ Silvia Pinal conoció a unos publicistas, quienes la contrataron para trabajar en una compañía experimental de teatro, cuyo director sería un parteaguas en la vida de la joven, el actor cubano Rafael Banquells, ya que a los pocos días de conocerse iniciaron un romance que derivó en su boda en 1947. Ya en pleno contexto alemanista, Silvia Pinal debutó en el cine nacional en 1949, al lado de su esposo Rafael Banquells, en la película El pecado de Laura. Poco después filmó La Bamba, Escuela para casadas y La mujer que yo perdí (1949), al lado de Pedro Infante y Blanca Estela Pavón.
Su carisma, talento y enorme belleza pronto la catapultaron para protagonizar películas con dos grandes estrellas del cine mexicano: Germán Valdés Tin Tan y Mario Moreno Cantinflas. Con el primero filmó las películas: El rey del barrio (1949), La marca del zorrillo (1950) y Me traes de un ala (1953) y con el célebre mimo estelarizó El portero (1950).
Para ese entonces, Silvia Pinal se posicionó como una de las estrellas juveniles de mayor proyección al ser contratada, en 1953, por la empresa fílmica FILMEX, cuyo dueño era el productor Gregorio Wallerstein. De manera expedita, Pinal co-estelarizó películas muy taquilleras al lado de estrellas como Arturo de Córdova, Pedro Infante, Joaquín Pardavé, Fernando Fernández o Antonio Aguilar.
De esta manera, Silvia Pinal comenzó a gestar una sólida carrera artística y para mediados de los años cincuenta se convirtió en una de las más fulgurantes luminarias. Fue dirigida por los más importantes cineastas de la época: Julián Soler, Miguel Contreras Torres, Gilberto Martínez Solares, Tulio Demicheli, Alberto Gout, Rogelio A. González, Chano Urueta…
Sin embargo, a principios de los años sesenta en pleno declive de la mitificada época de oro del cine mexicano, Silvia Pinal decidió salir de su zona de confort con películas poco demandantes en donde por su exuberante figura y cabello rubio se convirtió en la versión mexicana de Marilyn Monroe y, afortunadamente, decidió convertirse en una figura internacional. Para este propósito su nueva pareja sentimental, el empresario mueblero Gustavo Alatriste, fue una pieza clave, ya que la vinculó con el genial director hispano, Luis Buñuel.
De esta manera, Silvia Pinal logró su consagración como figura internacional con el filme Viridiana (1961), al lado de los talentosos histriones españoles Francisco Rabal y Fernando Rey. La controversial cinta, si bien triunfó en el Festival de Cannes, de manera expedita escandalizó al Vaticano (que la tachó de blasfema) y a la España franquista que decidió censurarla por su postura crítica. Más adelante, con la mancuerna Buñuel-Alatriste, Silvia Pinal filmó las disruptivas películas El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965), en un contexto de urgente renovación de un cine mexicano en crisis.
La inercia de su internacionalización llevó a Silvia Pinal a trabajar en la película Shark (1967), al lado de Burt Reynolds y un año después participó en la coproducción franco-italiano-mexicana Los cañones de San Sebastián (1968), junto a Anthony Quinn y Charles Bronson. Precisamente en este contexto de consolidación de su carrera cinematográfica, Silvia Pinal sorprendió al mundo del espectáculo mexicano cuando se casó con el joven baladista Enrique Guzmán, en 1967.
Si bien, en el coyuntural año de 1968, Silvia Pinal protagonizó la muy taquillera cinta María Isabel, que estuvo basada en la popular historieta homónima de Yolanda Vargas Dulché, para finales de los años sesenta y principios de los setenta, Pinal estelarizó entretenidas películas al lado de Joaquín Cordero, Elsa Aguirre, Angélica María, Mauricio Garcés y Julio Alemán.
En 1977, protagonizó la polémica película Divinas palabras, dirigida por el virtuoso director teatral y de cine, Juan Ibáñez. En ese contexto, estelarizó varias cintas en España, Italia y Argentina como parte de un proyecto de Televisa para unificar los mercados de dichos países: El canto de la cigarra (1978), Dos y dos, cinco (1979), El hijo de su mamá (1979) y Carlotta: Amor es veneno (1980).
A partir de entonces, su actividad cinematográfica disminuyó notablemente, ya que hasta 1992 filmó la cinta Modelo antiguo, del director Raúl Araiza; una década después Ya no los hacen como antes (2002), de Fernando Pérez-Gavilán; y una breve aparición especial en la cinta Tercera llamada (2013), de Francisco Franco.
Aunado a lo anterior, y de manera sucinta, la trayectoria artística de Pinal también tuvo una honda repercusión en los medios teatral y televisivo. Fue actriz y productora de importantes puestas en escena, telenovelas y de la icónica serie de televisión Mujer, casos de la vida real. Otro rasgo importante a destacar en la prolífica vida de Silvia Pinal fue su incursión en el terreno político cuando se casó, por cuarta ocasión, con el gobernador de Tlaxcala, Tulio Hernández (1981-1987) y, en consecuencia, fue primera dama de la editad y presidenta del DIF estatal.
Como militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue diputada federal en 1991; más adelante, fue senadora e integrante de la Asamblea de Representantes del entonces Distrito Federal. En dichos espacios de carácter político, dio una ardua batalla para que la Legislación Cinematográfica contemplara el derecho de intérprete y pugnó para que la Secretaría de Hacienda bajara los impuestos al teatro. En el medio sindical cinematográfico, desde los años cincuenta, fue una activa militante de la ANDA. Décadas después, en 1988 y 1995, Pinal fue dirigente de la Asociación Nacional de Intérpretes (ANDI) y, en los años 2010 y 2014, fungió como secretaria general de la ANDA.
Asimismo, es importante señalar que desde hace años Silvia Pinal lideró a una de las dinastías más famosas en el medio artístico mexicano, ya que sus hijas Sylvia Pasquel y Viridiana Alatriste siguieron sus pasos como actriz y Alejandra Guzmán se convirtió en una de las cantantes más populares de México. Su nieta mayor Stephanie Salas (hija de Sylvia Pasquel) es actriz y cantante. Su nieta Frida Sofía (hija de Alejandra) también incursionó en el medio musical. Sus bisnietas Michelle Salas y Camila Valero (hijas de Stephanie) son modelo y actriz, respectivamente. En los últimos años, más allá de los escándalos propios de una familia de artistas, sus descendientes se dedicaron a atender la salud de la diva mexicana.
En resumen, la extensa existencia de Silvia Pinal, aparejada a su prologada vida artística, nos deja como legado un sin número de obras importantes de nuestra cinematografía, teatro y televisión nacionales, pero también proyectos de gran resonancia internacional con obras clásicas que se volvieron de culto, como los filmes de Buñuel. En este sentido, con su muerte se va uno de los últimos íconos de la época de oro, pero al mismo tiempo su perenne luz de estrella seguirá con nosotros…
Para saber más
García Riera, Emilio, El cine de Silvia Pinal, México, Universidad de Guadalajara, 1996.
Somos, número 7, Televisa, julio 1997. Edición especial: Silvia Pinal. Esa rubia debilidad.






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