Pionera del feminismo mexicano

Por Karla Motte

La historia del feminismo mexicano tiene a una pionera fenomenal, revolucionaria y muy activa políticamente, en una época en la que se definía el proyecto de país en un sentido muy profundo. Se llamaba Hermila Galindo, una influyente sufragista duranguense que nació el 2 de junio de 1886 en Ciudad Lerdo. Su biografía ha sido ampliamente estudiada y probablemente es una de las feministas históricas mexicanas cuyo nombre cada vez se reconoce más. Incluso, en la Avenida Reforma ya contamos con una estatua en su honor, que forma parte del Paseo de las Heroínas, una iniciativa cultural que inició en el 2019 y se propuso incorporar estatuas de mujeres “reales” en el Paseo de la Reforma pues, aunque había alegorías femeninas (como la Diana o la Victoria Alada), antes de ese año todas las figuras que adornaban la emblemática avenida eran únicamente de varones.

También el Congreso capitalino otorga cada año una presea que lleva su nombre, y es entregada a una mujer destacada en el ámbito de los derechos de las mujeres y la igualdad. La historiadora Rosa María Valles ha sido la estudiosa más profunda de su vida y obra, y ha tenido la oportunidad de leer el compendio completo de la revista La Mujer Moderna, editada por Hermila entre 1915 y 1919, la cual desafortunadamente no puede encontrarse en ningún repositorio o biblioteca pública. Rosa María ha logrado acceder a esa invaluable información del feminismo mexicano gracias a que la familia de Hermila conservó el material, pero su digitalización, reproducción o nuevo tiraje es un pendiente para poder difundir mucho más el gran legado de Hermila.

Dado que las personas interesadas en conocer a profundidad la vida y obra de Hermila pueden conseguir fácilmente el libro Hermila Galindo. Sol de libertad de Rosa María Valles que está disponible en la red y que algunas de sus acciones son obligadamente referidas en cualquier análisis del sufragismo mexicano, en este artículo me limitaré a explicar una muy apretada síntesis de su biografía, pero con énfasis en la importancia que tuvo, en su momento, su alta pericia para difundir la causa feminista, ponerse al tú por tú con los machos de la revolución e introducir debates feministas en la prensa y en el más alto nivel de la política mexicana. Con ello podemos, en primer lugar, conectar el legado de Hermila con la inédita situación que se vive en el presente, cuando por primera vez en nuestra historia vemos a una mujer candidata presidencial con la competitividad para ganar la elección. En segundo lugar, quisiera incitar a una reflexión sobre una trayectoria propiamente mexicana del feminismo a través de la vida de Hermila, quien vivió una profunda transformación política y logró fincar su lucha en la situación específica de nuestro país.

Y es que si bien en el presente el feminismo contemporáneo es una vanguardia ineludible de la política (tanto institucional como no institucional) y a nivel mundial se nutre de lo que sucede en todos los países, vemos que la vigorosidad de esta movilización social suele entenderse como si se desarrollara independiente a las coyunturas políticas propiamente mexicanas. Incluso en innumerables debates feministas se refiere continuamente a conceptos e ideas que se importan desde los países que supuestamente son los centros globales intelectuales y de pensamiento (Estados Unidos y Europa). Sin embargo, tenemos una trayectoria histórica riquísima que nos podría invitar a fortalecer un pensamiento feminista claramente mexicano, anclado en las especificidades de nuestro país. El legado de Hermila, con sus numerosos textos, conferencias, publicaciones, libros y propuestas es un gran ejemplo de que en un contexto de transformación como fue la Revolución mexicana, es posible que florezcan también las propuestas específicamente pensadas para las mujeres. De no haber ocurrido la hecatombe que a todos niveles implicó el estallido revolucionario, el feminismo mexicano no habría tenido ese escenario inigualable para desarrollarse y fincarse en nuestra cultura política.

Hermila Galindo a sus dieciocho años, época en la que daba clases, R. Valles, 1904. Colección Archivo de Rosario Topete Galindo, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Fotografía tomada de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Hermila_Galindo.png.

Hermila, la brillante oradora

Uno de los episodios más brillantes de la vida de Hermila Galindo fue la forma en la que logró colarse en los más altos niveles de la política nacional, donde se puso de manifiesto que la oratoria era una de sus capacidades más fuertes y, a largo plazo, sería una actividad que la llevaría a las más altas esferas de la política nacional e internacional. Hermila comenzó su militancia en los grupos revolucionarios que apoyaron la candidatura de Francisco I. Madero; en su momento pasó de ser una férrea defensora de la democracia en su natal Durango para, posteriormente, formar parte de una de las asociaciones revolucionarias más importantes del país llamada “Club Abraham González”.

En 1914 viajó a la ciudad de México y fue electa por esta agrupación como la oradora del acto de bienvenida del Ejército Constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza, que entró triunfante en agosto de ese año por la histórica avenida que meses después Francisco Villa nombraría como Calle Madero. Carranza quedó sorprendido por la capacidad de oratoria y pasión de Hermila y decidió invitarla a formar parte de su equipo de trabajo como secretaria, que era la profesión que ella había desempeñado, pues estudió taquigrafía. Así, Hermila se unió a la facción que terminó ascendiendo al poder, donde encontró una plataforma inigualable para difundir su mensaje feminista, que era una aportación política para el gran proyecto nacional que estaba en proceso formativo.

Venustiano Carranza abanderó la iniciativa de recoger las demandas sociales expresadas en la gran gesta revolucionaria y con ese motivo convocó a una gran convención a la que inicialmente acudieron las alas políticas más importantes a nivel nacional: zapatistas, villistas y constitucionalistas. Pero debido a dificultades y desavenencias políticas, ocurrió una ruptura y finalmente Carranza terminó siendo nombrado presidente interino. Mientras ocurrían todas esas peripecias, Hermila se convirtió en una de las personas más cercanas de Carranza y aunque por ser mujer no tenía las posibilidades de desarrollo político de sus compañeros varones, sí resultó ser muy influyente. Aunque cientos de mujeres también participaron en la lucha armada y no debemos escatimar su incorporación a los ejércitos, las armas de Hermila fueron la pluma y la palabra. Se dice, por ejemplo, que ella aconsejó a Carranza para emitir, en diciembre de 1914, la ley del divorcio que favorecía sobre todo a las mujeres, pues permitía que el contrato civil pudiera disolverse y, en su caso, contraer matrimonio si lo deseaban. Antes de esa ley un segundo matrimonio no podía llevarse a cabo por ley e implicaba que muchas mujeres tuvieran que permanecer con sus esposos en condiciones de violencia o, como consideraba Hermila, en una forma de esclavitud.

Esa ley es paradigmática de los ideales de Hermila Galindo, pues diferenciaba claramente los principios religiosos que estaban detrás de un contrato que era únicamente de orden civil, pues el matrimonio “para toda la vida” tenía claramente una raíz católica. Hermila, a lo largo de su trayectoria política, expresó en múltiples ocasiones tanto en sus discursos como sus escritos, las consecuencias negativas de la moralidad católica, jerárquica e hipócrita, específicamente para las mujeres. Ella lograba explicar de forma muy clara que los límites impuestos para las mujeres, como por ejemplo el confinamiento a lo doméstico o la negación del placer y la autonomía sobre el cuerpo, tenían una raíz religiosa. Por eso defendía el laicismo, un principio juarista que compartía con los revolucionarios más radicales de la época, pero a diferencia de aquellos, ella lograba incorporarlo al pensamiento feminista que estaba dando sus primeros pasos en nuestro país.

Podemos intuir, entonces, que apenas al iniciar su trabajo con el Primer Jefe, Hermila se aventuró a incorporar su pensamiento feminista en mejoras reales para las mujeres, además de que fue notoria la apertura de Carranza para entender la importancia de esa agenda. Del mismo modo, otros constitucionalistas como Salvador Alvarado, Francisco J. Múgica y Felipe Carrillo Puerto emprendieron políticas claras y abiertamente feministas en sus entidades. Hubo tanto hombres como mujeres que comprendieron que sin incorporar a las mujeres no podía hablarse de justicia revolucionaria.

Hermila, la feminista incómoda

En diciembre de 1915 el gobernador de Yucatán, Salvador Alvarado, convocó a las maestras de la entidad para organizar el Primer Congreso Feminista. Fue un evento parteaguas para la historia del feminismo mexicano y Hermila Galindo recibió una invitación especial del gobernador para asistir como encargada de dar el discurso de apertura el día de la inauguración. No es difícil intuir que, tanto por su cercanía con Carranza como por su notoriedad nacional como la gran feminista mexicana, su presencia sería redituable políticamente para el gobernador e imprescindible en el contexto político de la época. Desde un punto de vista estratégico, para Salvador Alvarado el evento pondría un tema inédito en el debate público, que estaba pasando por una coyuntura de primer orden, pues estaban próximo a iniciar los trabajos para la elaboración de la Constitución Política.

El gobernador, de manera muy responsable, encomendó el trabajo organizativo del evento a un grupo de maestras de la entidad y ellas realizaron libremente todo el trabajo. En su momento, Hermila envió con bastante anticipación la ponencia que leería el día de la inauguración, que se titulaba “La mujer en el porvenir”, la cual abordaba de forma grandilocuente (como era su estilo propio) la necesidad de que las mujeres tuvieran el derecho a la educación y a la participación política. En la ponencia, Hermila planteaba la necesidad de que las mujeres tuvieran conocimiento de su cuerpo y sexualidad, lo que en su momento era muy poco común para los debates de la época. En las minutas de las reuniones organizativas puede constatarse que las maestras discutieron acaloradamente si Hermila debía participar o no, y si la ponencia podría ser leída. Muchas de ellas se opusieron sin expresar claramente las razones, aunque podemos aventurar algunas hipótesis: 1) que Hermila no era yucateca ni maestra, y no tendría por qué presentarse en la inauguración o 2) que la ponencia resultaba polémica y no les gustaban sus planteamientos.

Las maestras acordaron que la ponencia no iba a ser leída, y por lo tanto Hermila no acudió al Congreso, lo cual es una muestra de que el gobernador Salvador Alvarado les brindó la libertad de tomar todas las decisiones. Sin embargo, es indudable que el gobernador quería tener ese gesto hacia Carranza y el día del evento un funcionario local que se encontraba en la mesa inaugural se levantó de su sitio y leyó el discurso en nombre de Hermila. Esta acción fue eminentemente política, pero de fondo, también fue una situación paradigmática de las profundas discusiones feministas de la época sobre temas de primer orden, como la sexualidad y la soberanía sobre el cuerpo por parte de las mujeres.

De acuerdo con las crónicas, tras la lectura de la ponencia, se escucharon gritos y abucheos. Evidentemente las maestras que habían votado porque ésta no se leyera debieron estar muy molestas y no dudaron en expresarlo a lo largo del evento. Ciertamente la mayoría de ellas se colocaban muy a tono con la cultura de la época, donde se ensalzaban las cualidades maternales y la vida doméstica de las mujeres; aunque coincidían en la importancia de que todas las niñas tuvieran acceso a la educación. Probablemente les escandalizaba que se hablara de sexualidad, pero es más probable que de fondo, ellas ejercieran una resistencia al mandato político del gobernador para que Hermila tuviera el papel principal en la inauguración del Congreso. Es decir, para ellas, desde su punto de vista local como maestras, Hermila no tendría nada que aportar.

Hermila, por su parte, era una férrea defensora del sufragismo feminista y veía al derecho al voto como un acto de justicia básico en un momento donde, además, consideraba que dar este paso era una posibilidad inminente. Ella era estratégica y tenía un olfato político muy agudo, por lo que seguramente, en caso de haber asistido al Congreso, habría hecho un intenso trabajo para convencer a sus compañeras. Las maestras yucatecas, por su parte, sí discutieron el tema pero no llegaron a un acuerdo y omitieron manifestarse sobre el tema. En ese Congreso algunas decían que el voto debía otorgarse sólo a las que fueran madres, otras que las mujeres no estaban listas todavía, otras que ya era momento e incluso se dijo que debía pedirse el derecho a votar, pero no a ser votadas. Como vemos, hubo discusión libre, un aprendizaje de lo que implicaba negociar y fue un ejercicio inédito y muy interesante, aunque con resultados poco contundentes frente a un tema que pudo haber cambiado el rumbo de la participación política de las mujeres mexicanas.

Aunque esto es una especulación: si el resolutivo del evento hubiera sido una exigencia sobre otorgarles a las mujeres el derecho al voto, probablemente el gobernador Salvador Alvarado habría podido presentarse (como quería) frente a la política nacional con un tema innovador, y logrado negociar con Carranza y los legisladores con un respaldo relevante rumbo a la discusión de ese derecho. Pero no ocurrió así, probablemente porque la brillante oradora Hermila no acudió para convencer a las yucatecas.

Hermila, la desafiante

El proceso de discusión en el Congreso Constituyente era una oportunidad de oro para las sufragistas mexicanas. Hermila Galindo decidió enviar a los legisladores una comunicación exigiendo el derecho de las mujeres a votar y ser votadas, sin exclusión de ninguna por su educación, nivel económico o situación jurídica. Hermila ya había realizado un trabajo propagandístico importante de esta causa tanto con su actividad política como mediante la opinión pública. Ella buscaba posicionar este tema y otros tópicos feministas en el debate nacional y con este motivo fundó la revista La Mujer Moderna. Esta fue una publicación muy innovadora y el instrumento principal de Hermila para difundir sus causas y hacer propaganda y pedagogía sobre la inclusión de las mujeres en la política. 

Al respecto, cabe señalar que tanto Hermila como muchas sufragistas mexicanas tenían la convicción de que el voto de las mujeres era inminente. Aunque había discrepancias sobre la forma en la que debía avanzarse en este derecho, Hermila mantenía la postura más radical en la materia, asegurando que debía otorgarse a todas las mujeres sin excepción, para votar y postularse a cualquier cargo público y además a nivel nacional. Ella argumentaba que en nuestro país todos los hombres mayores de 21 años podían votar (a los 18 accedían a la ciudadanía quienes ya estuvieran casados), fuesen o no analfabetas, por lo que era injusto que a las mujeres se les negara ese derecho aunque algunas tuvieran más educación. Por eso, para ella, debía aplicarse el mismo principio a las mujeres, desde una perspectiva de igualdad radical. Además, también argumentaba la injusticia de que las mujeres pudieran ser juzgadas en los tribunales igual que los varones, pero no tuvieran derechos políticos. 

Como vemos, cuando en la actualidad hay quienes llegan a afirmar que las sufragistas eran “blancas burguesas” que solo querían derechos para ellas, es notorio que desconocen los debates, propuestas y contexto propiamente mexicanos. Si bien en Estados Unidos algunas sufragistas no pedían la ciudadanía para las mujeres negras por su situación de esclavitud y debido al segregacionismo, en México tenemos una historia propia que surgió de una revolución. No hay necesidad de recurrir a contextos que no nos interpelan, sobre todo cuando se busca estigmatizar, con mucho desconocimiento, a feministas como Hermila, que pertenecieron a un movimiento que en su momento fue muy emancipador y tenía propuestas amplias en torno al mejoramiento de la vida de las mujeres. 

Hermila Galindo anuncia su candidatura para el 5º distrito electoral del D. F., Mujer Moderna, 11 de marzo de 1917. Colección: Centro de Estudios de Historia de México Carso. Imagen tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Hermila_Galindo.

Hermila Galindo fue desafiante ante la negación del sufragio femenino por parte de los Constituyentes de 1916-1917. Ella dijo interpretar el artículo 34° que estaba redactado en masculino, como si incluyera también a las mujeres. Si siempre nos habían repetido que el masculino era genérico y también nos incluía, ella usó ese argumento a su favor para postularse como candidata a diputada federal. Esa decisión tuvo una cobertura muy amplia en la prensa y le fue útil a Hermila para difundir el feminismo sufragista. Por otra parte, puso de manifiesto que el genérico masculino no es realmente universal, sobre todo si está en la ley. Si las mujeres no estamos referidas explícitamente en las leyes, entonces corremos el riesgo de que nos digan que nuestros derechos no existen. 

Como era de esperarse, su postulación no fue respetada y ella dijo que había ganado, pero finalmente su simbólica postulación fue una estrategia muy inteligente de difusión pero también de desafío ante los legisladores omisos a un tema que los habría podido colocar a la vanguardia del mundo. La Constitución de 1917 que fue la primera en todo el globo con contenido social, desafortunadamente no incorporó las justas demandas de las mujeres. 

A pesar de la decepción de Hermila frente a la negativa de los legisladores y políticos revolucionarios por hacerle justicia a las mexicanas, ella continuó haciendo un trabajo político al lado de Carranza, sobre todo en el ámbito de las relaciones internacionales. Escribió un libro sobre la soberanía nacional titulado La Doctrina Carranza y el acercamiento indolatino y visitó diversos países para dar a conocer el trabajo político revolucionario en otros países. También aprovechó la oportunidad para tender redes con feministas latinoamericanas. 

Aunque Hermila se desprendió de la vida política con el asesinato de Venustiano Carranza en 1919, su labor sentó las bases de un feminismo más amplio y organizado que se fortaleció en las décadas de 1920 y 1930 y que llegó a formular agendas muy amplias para todas las mujeres. 

A modo de conclusión

Hermila Galindo fue pionera de temas diversos de los feminismos históricos y demostró altas capacidades, en un momento crucial de nuestro pasado, para incorporar una agenda totalmente innovadora para la época, con cuestiones como la educación sexual, el placer femenino, la inteligencia de las mujeres, su autonomía y sobre todo, la injusticia que implicaba mantenerlas al margen de la vida pública. 

Fue una mujer apasionada y consciente de la época de cambio que se presentaba ante sus ojos. A la altura de su momento histórico, se colocó estratégicamente en los más altos niveles políticos para impulsar la igualdad de oportunidades para todas las mujeres de su época. Los derechos políticos y sociales que gozamos las mujeres en la actualidad harían sentir orgullosa a Hermila Galindo, la revolucionaria. 

Su labor política es ejemplo de que, en nuestro país, la política fue un medio crucial para hacer avanzar la agenda feminista en un sentido amplio. 

Karla Motte, Daniela Santiago, Tania Ariza, Horacio Cruz, Eduardo Quintanar y Noemí Juárez, Sufragistas mexicanas. Por el derecho a votar y ser votadas, México, INEHRM, Brigada para leer en libertad, 2023. Disponible aquí: https://brigadaparaleerenlibertad.com.

Rosa María Valles, Hermila Galindo. Sol de libertad, México, Gernika, 2015. Disponible aquí: HERMILA GALINDO. SOL DE LIBERTAD (uaeh.edu.mx).

Rosa María Valles, “Hermila Galindo. Un caso de feminismo ilustrado en los albores del siglo XX”, Revista de Historia de América, número 142, 2010, p. 37-55.

Ana Lau Jaiven, “Entre ambas fronteras: la búsqueda de la igualdad de derechos para las mujeres”, Política y Cultura, número 31, 2009, p. 235-255.

Deja un comentario

Tendencias