Una estratega de la pluma y la acción

Una serie de sucesos concatenados entre sí develan realidades que conviven de manera paralela, aunque no dejan de estar interconectadas. Ocurre más de lo que se suele admitir. Hay protagonistas que permanecen en el anonimato hasta que un buen día la curiosidad, la duda, el encuentro con un pequeño trozo, materializa la memoria que está ahí esperando el momento de ser advertida. El siguiente relato se encuentra auspiciado en esta primicia, una mujer visionaria cuya tenacidad la acompañó en todo lo emprendido. Dejó una huella indeleble que los últimos años ha irradiado en las artes escénicas, la poesía y la conformación de la historia de nuestro país, propiciando cavilaciones y nociones de quienes hemos gustado de su legado, compromiso social y entereza. 

Nancy Cárdenas es una figura mexicana plural y emblemática. Al historiar los hechos de que formó parte; la manera de conducirse, según fuentes orales y escritas; su postura civil contestataria; muestran una mujer que lideraba de forma innata. Su vida es una constancia de que cada acción es política y que estamos inmersos en ella. Aun cuando cuestionamos la interacción social, hay un camino por andar hasta lograr una conciencia e introspección permanente. Comentaba Nancy en una entrevista a Leticia Singer para la revista Activa: “no me agrada que me llamen liberada, porque sigo luchando por lograrlo, por desprenderme de todas esas ideas adquiridas a través de una práctica moral, muy difícil de expulsar”.

Retrato de Nancy Cárdenas. Imagen tomada del artículo de Leticia Singer, “No soy una mujer liberada”, Activa, sin fecha.

Ha sido distinguida como ícono de ciertos círculos y banderas que se agitan rememorando el camino que allanara, es el caso del actual Movimiento LGBTTTIyQ. Investigaciones publicadas sobre la segunda mitad del siglo XX en terrenos de dramaturgia, poesía y puestas en escena confirman sus aportes desde distintas perspectivas, lo cual ha auspiciado la existencia de un entramado que se adentra en sus avezadas propuestas. Anécdotas y acaecimientos narrados por diferentes voces alaban y exaltan sus procederes, mientras otras enfatizan lo que consideran sus desaciertos. Pensarla en un solo sentido sería disipar su itinerario. Considero que cada espacio transitado por Nancy Cárdenas tiene un vestigio, semillas cosechadas y otras por descubrir. Como bien diría su entrañable amigo Carlos Monsiváis “eres un fenómeno unitario en tus poemas… en tus puestas en escena, en tu actividad política, en tu teatro, artículos… lucha por los derechos tan irrefutables de las minorías”. 

Al otear la sucesión de acontecimientos pasados, especialmente los que influyeron en las políticas públicas, determinismos por nacer hombre o mujer, el proceso de resarcimiento de parámetros que enmarcan la normalidad de la sexualidad humana, indiscutiblemente nos muestran personajes que resuenan en nuestro presente. Familiarizarnos con su historia nos incita a responsabilizarnos de nuestro actuar cotidiano y su alcance futuro. 

El nacimiento de Nancy fue durante la tercera década del siglo pasado en la ciudad de Parras, Coahuila. Acostumbraban en familia viajar a la ciudad de Saltillo, brindándole la oportunidad de asistir al Cine Palacio, diseñado en los años cuarenta con un estilo Art Decó por el arquitecto Mario Pani Darqui, y maravillarse con el trabajo de Virginia Fábregas, María Teresa Montoya y Fernando Soler en un escenario teatral. Ese mundo despertó en ella la necesidad de adentrarse. Así lo hizo: a los diecisiete años actuó con un grupo local de aficionados. 

En el año 1952 escribió sus primeros poemas y principió sus estudios de educación media superior en el Bajío al mudarse a Celaya, Guanajuato. A lo largo de su estadía participó en actividades estudiantiles concernientes con la actuación y la radio. Bajo el seudónimo de Rosalba Cárdenas publicó notas y poemas en periódicos locales. La siguiente etapa de su formación académica fue mediante la obtención de becas en el extranjero, primero en Polonia en la Universidad de Lodz y después en Estados Unidos en la Universidad de Yale. En la capital mexicana ingresó a la máxima casa de estudios del país para estudiar lo que se llamaba en ese tiempo Arte Dramático, una especialidad de Letras Españolas, en la Facultad de Filosofía y Letras. Ahí se doctoró en Letras. En ese tiempo, Ciudad Universitaria estuvo lista y el campus abrió sus puertas a la primera generación que la habitó y sus edificios fueron espectadores de la feliz coincidencia con Carlos Monsiváis, Juan José Gurrola, José Luis Ibáñez, Héctor Mendoza, entre otros nombres destacados.

Recuerda José Luis Ibáñez que “En un dos por tres logró que todos sus compañeros prolongáramos las horas de estudio ensayando fuera de la Facultad; en un dos por tres se ganó el cariño y la confianza de todos sus maestros”. La Dirección de Difusión Cultural promovió la creación de grupos en escuelas preparatorias y facultades del campus universitario. Las presentaciones fueron coordinadas por la Sección de Teatro Estudiantil cuyo objetivo era promover las artes escénicas en los círculos universitarios y así integrar una compañía de teatro universitario. Actuó en El gran dios Brown de Eugene O’Neill, bajo la dirección del maestro Alan Lewis; en la siguiente temporada lo hizo en Enterrar a los muertos de Irwin Shaw y Tartufo de Molière dirigida por José Luis Ibáñez. En 1956 fue invitada al primer y quinto programa de uno de los grupos memorables del teatro contemporáneo en México: Poesía en voz alta. Fueron varias sus intervenciones como actriz de teatro hasta que concluyeron en 1960 con Despertar de primavera de Frank Wedekind, bajo la dirección de Juan José Gurrola.

La inquietud de expresar y colaborar en dirección de la justicia la condujo desde el comienzo del periodo universitario a integrarse a la política estudiantil. Se postuló a la presidencia de la Asociación de Alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras prometiendo mejorar la oferta laboral para los pasantes. Habría sido la primera mujer en dicho cargo, pero no sucedió así debido a un fraude electoral de su oponente. Ante el desenlace acudió con la planilla electa con el ánimo de cooperar y continuó sus propósitos de mejorar las oportunidades que la facultad ofrecía. Por eso Monsiváis rememora: “…convocó mi atención tu modo de discutir y conminar al esfuerzo heroico de ir a clases, tu body language, yo era tímido y tú sin poder evitarlo, protagónica”.

Nancy fue reconocida por la comunidad estudiantil. La eligieron representante para el evento de apertura de cursos en 1959 y pronunció el discurso al entonces presidente de la república, Adolfo López Mateos. En esa década del cincuenta también se afilió al Partido Comunista Mexicano, fue un acto recurrente que respondía a una militancia de pensamiento y perspectiva política. Nancy en todas las acciones emprendidas no se doblegó ante el vendaval sin importar su magnitud, ella buscaba el viento a favor y defender sus convicciones. Al respecto, Monsiváis de nuevo es elocuente:

Mira que meterte al Partido Comunista en la década de 1950, entonces una organización melancólica y desolada, y entusiasmarte con las masas que no acudían, con la influencia política que nunca se tuvo, con el ánimo internacionalista lánguido. Y sin embargo, te recuerdo alebrestada (la palabra te queda aunque habrías preferido “acelerada”) en las reuniones de la célula Federico Engels, y muy participativa en las sesiones de Sergio Pitol, con Luis Prieto Reyes y Pepe Revueltas y otros camaradas cuyos nombres por más que hago todavía recuerdo con precisión. Repartíamos volantes, hablábamos (bueno tú hablabas) en los mítines improvisados, teníamos fe en el socialismo, cuando a éste se le diera la gana acudir.

En ese tiempo, acrecentaba la tensión entre la población y el gobierno. Las protestas políticas de los gremios de maestros, ferrocarrileros, telegrafistas, empleados petroleros y otros fueron perseverando. El gobierno del Presidente Ruiz Cortines reprimió violentamente las manifestaciones multitudinarias. No obstante, en julio de 1958, estudiantes de la UNAM y el IPN se unieron al movimiento de los trabajadores rechazando el aumento al transporte público. Entre las filas Nancy Cárdenas encabezó la manifestación para acudir al Departamento Central y que los recibiera Ernesto Uruchurtu, Jefe del Departamento del Distrito Federal, apodado “El Regente de Hierro” y ratificado en su cargo por los presidentes Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Nancy recibió una pedrada que cayó sobre su nariz y como respuesta demandó al gobierno de la capital. 

En ese sentido combativo, se retiró del teatro como símbolo de protesta ante las arbitrariedades y parcialidad del monopolio de Héctor Azar, funcionario que coordinaba el teatro en la UNAM y el INBA, es decir, las instituciones gubernamentales para desarrollarse en el espacio escénico. En tanto, estuvo en espacios periodísticos, producciones radiofónicas, impartiendo cursos de cine, escribiendo críticas, ensayos y continuó preparándose para convertirse en la directora que fue. 

El éxito en Radio UNAM con El cine y la crítica y la mención en la Cámara de Diputados en contra de Radio Universidad, específicamente hacia este programa, fue resultado del trabajo conjunto de Carlos Monsiváis y Nancy Cárdenas. Su pericia lúdica para formular parodias, sátiras y choteos no sólo hacían referencia al ámbito cinematográfico sino también a eventos sociales y de la cotidianidad, por ejemplo, la toma de la preparatoria de San Ildefonso por el ejército en 1968. Cuando Nancy obtuvo una beca para estudiar dirección escénica en Yale, Carlos continuó con el programa.

Las décadas del sesenta y setenta atestiguaron movimientos sociales que dieron cuenta sobre las irregularidades cometidas por el Estado en varios países. Desavenencias económicas reflejadas en antagonismos de clase y otras aristas dieron rienda para defender ideas e ideales de una ciudadanía incipiente que se organizó convocando a reuniones, marchas y mítines. Se establecieron alianzas solidarias consiguiendo una red nacional e internacional, que es visible en el mayo francés y el 2 de octubre mexicano. “En 1968 eres la gran activista de la Asamblea de Intelectuales y Artistas en apoyo del Movimiento Estudiantil”, le dice Carlos Monsiváis a Nancy Cárdenas en una carta póstuma. 

En México las Olimpiadas estaban por celebrarse en medio de un antagonismo emocional imposible de disimular ante la sangre derramada, presos políticos, asesinatos y agravios a manos del ejército y los Halcones. Nancy Cárdenas, Beatriz Bueno y Luis Prieto libraron la masacre. “Esa noche –recuerda Monsiváis–  conversamos largamente por teléfono y fue la única vez que te sentí deprimida a fondo, sin recursos emocionales, sin otra preocupación que la suerte de los amigos desaparecidos”. 

Todas esas movilizaciones decantaron en puntos de partida que evidenciaron frentes que a lo largo de los años y las décadas se consolidaron. Ciertos sectores arremetieron y mostraron sus inconformidades y desacuerdo; eso traslució como las Instituciones asumidas inamovibles e inquebrantables dejaron de serlo. Los movimientos feminista(s) y lésbico-homosexual (LGBTTTIyQ) despuntaron en ese período en varios países. Algunas demandas son vigentes y otras se han sumado. La familia, el matrimonio, la sexualidad y la normativa jerarquizada para las interacciones humanas han develado, desde entonces, la complejidad inherente. De ahí la trascendencia de una convivencia que teja los hilos sin ignorar o erradicar a alguien. 

La estancia de Nancy en el país vecino del norte mientras realizaba sus estudios le permitió presenciar la incursión de la píldora anticonceptiva y cómo trastocaba las relaciones de pareja e impactaba en las mujeres por la oportunidad de decidir si querían embarazarse. Es así como también se regocija del impacto social tras la batalla de Stonewall, un grupo que de manera cotidiana fue vilipendiado y denostado a lo largo de los años por presentar un estilo de vida que no se ajustaba a las expectativas y normas aceptadas por la sociedad. Aquella noche del 28 de junio de 1969, cuando un grupo de homosexuales se enfrentó a la policía, se convirtió en el parteaguas histórico que conmemora y celebra el orgullo gay. Defenderse, persistir, increpar lo emularon en otras ciudades de Estados Unidos y fuera de ese país. Nancy reunía información de todo aquello que promovía la transformación y argumentos de entender la homosexualidad alejada de la anormalidad, ya que México no era excepción de tildar de aberrante a quien fuese homosexual. Nancy se descubrió partícipe en esa contienda de minorías sexuales. Las mujeres habían iniciado una insurrección declarando sus derechos. Callar y obedecer dejaba de ser el consenso para lograr el bienestar, lo habían aprendido en todas aquellas manifestaciones y lecturas políticas en las que coadyuvaron hombres y mujeres. Sin embargo, todavía había mucho por entender. 

Luis Enrique Ramirez atestigua que “Tres años habían transcurrido desde el golpe social de 1968 y el derecho a la preferencia sexual pensó Nancy Cárdenas no debía quedar fuera de aquella revolución que México vivía. Resolvió dedicar sus días de descanso, los domingos, a organizar en su casa reuniones tendientes a lograr ese efecto”. Por su parte Luis González de Alba menciona que “Nancy tenía una mecedora… desde ese púlpito se balanceaba al leernos, cada domingo por la tarde… el tema gay de la semana. Éramos un pequeño grupo sentado a sus pies, desparramado por el suelo, que escuchaba con atención y respeto textos descubiertos por ella”. Dice Nancy en una entrevista para el periódico El financiero en 1992: “Tenía aquí hasta 30 y 40 homosexuales cada semana, solo que diferentes. O sea no regresaban. Algunos llegaban y al ver que no era de tequila y de guitarra sino de una manera diferente de reunirnos, no volvían a venir”.

En esa época los lugares que frecuentaba quien era homosexual eran clandestinos y por supuesto asumía el riesgo ineludible. Las familias rechazaban a cualquier integrante de la familia, al interior de ella las normas eran tan estrictas como las de la policía. Todo ello indignaba a Nancy y quiso conocer cómo habían vivido sus antecesoras: “…entrevistaste a mujeres ya de edad y luego evocabas sus relatos, por ejemplo, la amistad de dos señoras que estaban siempre juntas y dormían juntas y se querían, y en sus familias murmuraban: ¡Pobres! ¡Nunca han conocido el amor ni el consuelo de una caricia!”, escribe irónicamente Monsiváis.

Cabe decir que en todas esas décadas, hombres y mujeres hallaron maneras de establecer relaciones, fuese mediante una doble vida, el silencio, el secretismo y a veces abandonando el camino trazado. He aquí un relato que recoge Monsiváis: “la señora que en la noche de bodas le dijo a su marido: «te quiero mucho pero no en la misma cama», el marido la fue a devolver con el padre y la mujer partió esa madrugada a la capital a compartir el lecho con la compañera del resto de su vida”. El cambio era inminente. 

Nancy Cárdenas comprendió que la congruencia de pelear por los derechos humanos y el logro de la justicia necesitaba de una autorreflexión y de argumentos de saberse fuera de la vergüenza y asirse a la defensa de existir y no disculparse. En 1973, Nancy aceptó la invitación del periodista Jacobo Zabludovsky para argumentar en contra de la represión hacia las personas homosexuales: criticó los procederes de la ciencia médica y legal y el atropello y extorsión policial. Por vez primera se defendían los derechos humanos de ese grupo considerado minoría en un programa televisivo de horario estelar.

A mitad de la década, Nancy Cárdenas, Carlos Monsiváis y Luis González de Alba redactaron un manifiesto para denunciar las razzias (redadas policiales en contra de homosexuales) e invitaron a más figuras públicas a firmarlo. Lo titularon “Contra la práctica del ciudadano como botín policiaco” y lo publicaron en el suplemento de la revista Siempre! En 1978, Nancy participó en el primer contingente homosexual en la marcha conmemorativa de los diez años del 2 de octubre. El recibimiento fue simbólico. Al entrar el contingente fue vitoreado desde el interior de la manifestación. ¡He ahí la gran transición alcanzada!

Nancy Cárdenas al centro del elenco de “Los chicos de la banda”, 1982, Imagen tomada de: https://www.filminlatino.mx/pelicula/querida-nancy.

En el siglo XX encontramos marcas históricas que dan cuenta de la inserción de las mujeres en diversos ámbitos de la vida pública. Uno de ellos es la dirección escénica mexicana, Martha Luna, Susana Alexander, Lya Engel son parte de esos primeros pasos. Destaca Nancy Cárdenas por los montajes, la elección de obras, las adaptaciones y las declaraciones públicas que generaron opiniones antagónicas ante las incursiones novedosas e irruptoras del contenido en escena, así como pensar el teatro como medio social transformador y no como un espacio acotado desde el poder adquisitivo que acentuaba dicho privilegio. Nancy afirmaba “… para mí la mayor pureza es mi libertad y ejercerla significa ir a buscar el público a donde está. Y si no quiere salir de su casa yo tengo que usar todo mi ingenio para que asista al teatro, esa es mi primera obligación”. 

Fue una excelente estratega laureada que dirigió actores y actrices de envergadura y paralelamente grupos amateurs tanto en la capital y ciudades norteñas, incluida la de su tierra natal. La gran vuelta de tuerca fue llevar al escenario problemáticas sociales a través de obras de su autoría y adaptar obras extranjeras al contexto mexicano, incluso en teatros que no tenían apoyo gubernamental. Nancy explicó en una entrevista que concedió a Antonio Argudín en 1977: 

Gran parte de los autores nacionales desprecian un poco a ese sector difícil de caracterizar que denominamos gran público. Obras como “El efecto de los rayos gama sobre las caléndulas” o “Y la maestra bebe un poco” […] que están bien estructuradas, muy sabrosamente dialogadas con caracteres interesantes y que presentan problemas comunes a la clase media de no menos de 80 países, podrían escribirse aquí dentro en muy poco tiempo si los autores aplicaran su inteligencia y sensibilidad al estudio no sólo de sus problemas personales, sino de la sociedad en que viven.

En 1974, tras dos años de gestiones con las autoridades, el Teatro Insurgentes abrió sus puertas a una obra cuyo tema central era la homosexualidad. La crítica no se hizo esperar: “acabo de ser atacada nacionalmente por mi inmoralidad debido a que puse en escena «Los chicos de la banda»… Para mí una obra de teatro moral es la que nos hace reflexionar, cuestionar nuestra conducta, por eso los chicos es altamente moral. La función tiene que interesar y divertir … y dejar una carga de temas para meditar”, declaró Nancy Cárdenas en una entrevista realizada por Lita Paniagua para la Revista Siempre! en 1975. A través del arte expuso un tabú, se arriesgó sabiendo que no era fácil la recepción y “saber que tipo de convencionalismos está dispuesto a aceptar, al encontrarlos se los ofrezco pero no me quedo ahí, les jalo un poco más para hacerles llegar mis propias ideas y si tengo éxito puedo hacer incluso que se quiebren estereotipos mentales”, recuerda en una conversación con Luz Elena Picos para El Mexicano en la Cultura en 1981. A esta puesta en escena siguieron otras más que abordaron la sexualidad.

Nancy Cárdenas en un recorte del periodico El Universal, 3 de agosto de 1989. Colección: Centro Académico de la Memoria de Nuestra América, UACM. Imagen tomada de: https://selser.uacm.edu.mx/.

La independencia de Nancy es emblemática en todos sentidos: sorteó la falta de apoyo económico para montar obras, la negativa de las autoridades hasta conseguir que movieran su posición, la inconformidad y rechazo al interior de sus propios compañeros, porque en todo movimiento y en la vida cotidiana hay discordancias. Ella lo entendió y aprendió a transitarlo de la mano de sus seres queridos, fortaleciendo sus lazos, acudiendo a las instancias y asiéndose de más recursos. No perdió la perspectiva de lo que anhelaba: un mundo justo, equitativo, incluyente. Sigamos construyendo el siglo XXI tal como lo imaginaba Nancy Cárdenas, recordando que no hay nada zanjado, pues se mantiene día a día.  

Que no es

antinatural, antisocial, antibiológico

aceptan ya los que más saben

de cuerpos y conductas.

Disfrutar este amor sin culpa

es vivir en el siglo XXI:

mujeres siempre en movimiento que se atreven

a jugar a todo sin salirse de ellas mismas.

Nancy Cárdenas, 1994.

Fuentes Ponce, Adriana, «Fragmentos de silentes bulliciosas: Nancy Cárdenas y Violeta Barrientos», Nóesis. Revista de Ciencias Sociales, volumen 29, número. 58-1, 2020, p.105-120. Disponible aquí: https://doi.org/10.20983/noesis.2020.3.5.

González de Alba, Luis, “La mecedora de Nancy”, Nexos, 1 de octubre de 2013. disponible aquí: https://cultura.nexos.com.mx/la-mecedora-de-nancy/.

Ibáñez, José Luis, “Nancy Cárdenas”, Setenta años de la Facultad de Filosofía y Letras, México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1994, p. 308-310.

Monsiváis, Carlos, “Queridísima Nancy:”, Nancy Cárdenas, Cuaderno de amor y desamor (1968-1993), México, Hoja Casa Editorial, 1994, p. 9-16.

Monsiváis, Carlos, “Nancy Cárdenas, la siempre inoportuna”, Nexos, 1 de septiembre de 2004. Disponible aquí: https://www.nexos.com.mx/?p=11261.

Picos, Luz Elena, “Soy una guerrillera disfrazada de artista. Primera parte de una entrevista a Nancy Cárdenas”, El Mexicano en la Cultura, 1981. 

Ramírez, Luis Enrique, “Hago teatro para que la gente lo vea”, El Financiero, 25 de junio de 1992.

Una respuesta a “Nancy Cárdenas (1934-1994)”

  1. Artículo de lectura clara y rápida, donde retrata de manera decorosa, puntual y profesional a una de las mujeres mas visionarias y enérgicas en la lucha por los derechos humanos de todas, todos y los que siguen, Nancy Cárdenas, además de ser excelente escritora y dramaturga. Excelente homenaje.

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