Por Daniel Librado Luna

Francisco Villa es uno de los personajes más importantes de la Revolución mexicana. Después de ser un hombre proscrito por las leyes porfiristas, se convirtió en un señor de la guerra que condujo en grandes batallas a decenas de miles de combatientes. Junto a su tropa ayudó a Francisco I. Madero a derrocar a Porfirio Díaz en Chihuahua y destrozó al Ejército federal huertista en batallas consecutivas que acrecentaron su fama. Sus victorias posibilitaron el triunfo del constitucionalismo. Al triunfo de la revolución, sin embargo, encabezó una ruptura con Venustiano Carranza y el resto del Ejército constitucionalista que impidió la gobernabilidad durante el período. Firmada la paz en Sabinas, Coahuila, Pancho Villa y sus hombres se dedicaron a las labores agrícolas hasta que fue asesinado, mediante un complot en el que estuvieron inmersas las más altas autoridades de gobierno. 

Transgresor de la ley porfirista

Francisco Villa, oficialmente llamado Doroteo Arango Arámbula, nació el 5 de junio de 1878 en La Coyotada, Río Grande, cerca de San Juan del Río, Durango. Como la mayoría de los mexicanos de entonces, los Arango vivían del campo como medieros —rancheros libres que se contrataban por temporadas como trabajadores— de la Hacienda de Gogojito del municipio de Canatlán. La familia Arango estaba integrada por el padre Agustín Arango, la madre Micaela Arámbula y cinco hijos, dos mujeres y tres hombres; de los cuales, Doroteo era el primogénito, quien se sintió responsable por el cuidado de los menores conforme nacían. 

Los hermanos Arango no fueron a la escuela porque tenían que ayudar a su familia a sobrevivir. El padre desapareció cuando Doroteo aún era pequeño, con lo cual asumió mayores responsabilidades, se convirtió en el hombre-cabeza de la familia y buscó trabajos complementarios como albañil y leñador para ayudar a su madre en el sostenimiento de sus hermanos. 

Un día al volver de las labores del campo, el joven Doroteo presenció el intento del hijo del hacendado, Agustín López Negrete, por ejercer el derecho de pernada —mediante el cual los hacendados abusaban sexualmente de mujeres en condición de dependencia u obediencia, como ocurría con mujeres campesinas o indígenas— con su hermana Martina en su propia casa. Si el relato es cierto o no, le sirvió posteriormente para legitimar su pasado como transgresor de la ley porfirista. Convertido en bandolero, se unió a la partida de Ignacio Parra y cambió su nombre por el de Pancho Villa. Con ellos se dedicó al abigeato, a aprovecharse de las reses que pastaban en libertad en las llanuras de la región. 

En las montañas y serranías sus vidas peligraban constantemente, por lo que debían conducirse con todo tipo de precauciones y mantenerse escondidos en lugares de difícil acceso. Según el testimonio de Federico Cervantes, militar de carrera que se unió a las fuerzas villistas en 1913: “Semejante vida de riesgo y audacia tuvo que despertar en Villa extraordinarias facultades de percepción, agudizando su vista, oído y su malicia”. Al pasar los años, Villa combinó su vida de bandido con periodos de paz en los que trabajó como albañil, carnicero o comerciante en Chihuahua. Incluso fue recluta de un regimiento del Ejército federal, como castigo por el robo de unos rifles. Aunque adquirió experiencia en el manejo de las armas, Villa escapó a las montañas en la primera oportunidad que se le presentó. En numerosas ocasiones, repartió el dinero de las correrías entre familiares, amigos y los pobres de la región. Se ganó así la fama de “bandido bueno” y de rebelde a las leyes injustas de los ricos y poderosos. También se volvió un experto conocedor de las montañas y de las sierras de Durango y Chihuahua, lugares en los que se enfrentó a policías y rurales porfiristas y donde tendió emboscadas a sus enemigos, los terratenientes de aquellos lugares. Villa no fumaba ni ingería alcohol, tampoco jugaba en las cantinas.

El coronel Villa en las montañas de Ciudad Juárez, Alexander, 1911. Colección: INEHRM.

Transgresor de la ley porfirista

Francisco Villa, oficialmente llamado Doroteo Arango Arámbula, nació el 5 de junio de 1878 en La Coyotada, Río Grande, cerca de San Juan del Río, Durango. Como la mayoría de los mexicanos de entonces, los Arango vivían del campo como medieros —rancheros libres que se contrataban por temporadas como trabajadores— de la Hacienda de Gogojito del municipio de Canatlán. La familia Arango estaba integrada por el padre Agustín Arango, la madre Micaela Arámbula y cinco hijos, dos mujeres y tres hombres; de los cuales, Doroteo era el primogénito, quien se sintió responsable por el cuidado de los menores conforme nacían. 

Los hermanos Arango no fueron a la escuela porque tenían que ayudar a su familia a sobrevivir. El padre desapareció cuando Doroteo aún era pequeño, con lo cual asumió mayores responsabilidades, se convirtió en el hombre-cabeza de la familia y buscó trabajos complementarios como albañil y leñador para ayudar a su madre en el sostenimiento de sus hermanos. 

Un día al volver de las labores del campo, el joven Doroteo presenció el intento del hijo del hacendado, Agustín López Negrete, por ejercer el derecho de pernada —mediante el cual los hacendados abusaban sexualmente de mujeres en condición de dependencia u obediencia, como ocurría con mujeres campesinas o indígenas— con su hermana Martina en su propia casa. Si el relato es cierto o no, le sirvió posteriormente para legitimar su pasado como transgresor de la ley porfirista. Convertido en bandolero, se unió a la partida de Ignacio Parra y cambió su nombre por el de Pancho Villa. Con ellos se dedicó al abigeato, a aprovecharse de las reses que pastaban en libertad en las llanuras de la región. 

En las montañas y serranías sus vidas peligraban constantemente, por lo que debían conducirse con todo tipo de precauciones y mantenerse escondidos en lugares de difícil acceso. Según el testimonio de Federico Cervantes, militar de carrera que se unió a las fuerzas villistas en 1913: “Semejante vida de riesgo y audacia tuvo que despertar en Villa extraordinarias facultades de percepción, agudizando su vista, oído y su malicia”. Al pasar los años, Villa combinó su vida de bandido con periodos de paz en los que trabajó como albañil, carnicero o comerciante en Chihuahua. Incluso fue recluta de un regimiento del Ejército federal, como castigo por el robo de unos rifles. Aunque adquirió experiencia en el manejo de las armas, Villa escapó a las montañas en la primera oportunidad que se le presentó. En numerosas ocasiones, repartió el dinero de las correrías entre familiares, amigos y los pobres de la región. Se ganó así la fama de “bandido bueno” y de rebelde a las leyes injustas de los ricos y poderosos. También se volvió un experto conocedor de las montañas y de las sierras de Durango y Chihuahua, lugares en los que se enfrentó a policías y rurales porfiristas y donde tendió emboscadas a sus enemigos, los terratenientes de aquellos lugares. Villa no fumaba ni ingería alcohol, tampoco jugaba en las cantinas.

La revolución lo convirtió en hombre próspero y amigo del presidente Madero, quien asumió el cargo el 6 de noviembre de 1911. Francisco Villa incluso lo visitó y comió con él en Chapultepec, también le informó de manera recurrente sobre los movimientos de Orozco, quien se mostró complaciente con los oligarcas chihuahuenses y renuente con los revolucionarios maderistas. Finalmente, Orozco se rebeló bajo el Plan de la Empacadora el 3 de marzo de 1912. Pancho Villa ya olía la defección, cerró su carnicería y con sus trabajadores se remontó a la sierra.  

En sus primeros días, la revuelta orozquista en Chihuahua ganó adeptos rápidamente. Sin embargo, los maderistas leales se unieron a la partida de Pancho Villa. Por su parte, Madero había enviado al general González Salas a combatir a los orozquistas, quienes lo derrotaron en Rellano. En Parral, Villa reunió a los ricos y les impuso un préstamo forzoso, requisó caballada y municiones, también expropió recursos del Banco Minero. 

Al conocer los hechos de armas de Villa, el presidente Madero le escribió en estos términos: “He sabido que te has portado como los hombres y como los leales, dándole un ejemplo al traidor de Orozco. Te felicito calurosamente… Espero te pongas a las órdenes del general en jefe que lo será el general Victoriano Huerta”. Villa se unió al contingente del Ejército federal en Bermejillo. Ahí se encontró con su viejo amigo Raúl Madero y conoció al general Huerta, quien le dio una mala impresión. El coronel Villa y sus hombres fueron nombrados Cuerpo de Exploradores y encargados de la vanguardia de la columna. Antes de salir a la campaña, Villa le escribió al presidente una carta en la que le reiteró su cariño: “soy sincero con usted hasta la muerte. Francisco Villa”.

Como refuerzo federal, Villa intimó con el general Rábago, responsable de la artillería y derrotó a los colorados de manera continua, por ello se le ascendió a “general honorario”, lo que provocó burlas entre los oficiales federales, quienes también demeritaron a los soldados irregulares llamándolos constantemente: “sebosos” y “robavacas”. Las victorias federales obligaron a los orozquistas a huir derrotados a la ciudad de Chihuahua. Los federales se concentraron en Jiménez, donde se produjo un incidente entre Villa y Huerta por motivo de la confiscación de una yegua “pura sangre”. 

Huerta le exigió la devolución del animal, por lo que intercambiaron palabras fuertes. Al amanecer del 4 de junio de 1912, Villa fue a verlo para zanjar el asunto, pero fue detenido y conducido ante un pelotón de fusilamiento. En un abuso de autoridad, Huerta intentó fusilar sin juicio previo al general honorario, pero Raúl y Emilio Madero, el general Rábago y el teniente coronel Rubio Navarrete intervinieron para detener la ejecución y conseguir un salvoconducto presidencial. 

Enviado preso a la ciudad de México, Pancho Villa le escribió 18 veces al presidente Madero para exigir justicia, pero no encontró respuesta. Incluso le advirtió del golpe de Estado que se fraguaba desde la prisión militar de Santiago Tlatelolco. Desesperado por la justicia maderista, el 26 de diciembre Villa decidió fugarse con la ayuda del joven secretario Carlos Jáuregui, quien limó los barrotes de una ventana que comunicaba a las oficinas. Villa terminó de desprender los barrotes y penetró al juzgado: “me quité mi cachucha y la puse sobre la mesa del juez… como un recuerdo”. Cambió sus ropas de presidiario por las de catrín y se colocó unas gafas oscuras. Al salir de la prisión los esperaba un taxi que los llevó hasta Toluca. Pancho Villa era un hombre libre, pero aún tenía que viajar hasta la frontera para sentirse seguro. En Nogales, Sonora, cruzaron la frontera a Tucson, Arizona. Desde esa ciudad le escribió al presidente Madero para avisarle que se preparaba un golpe militar en su contra, también se quejó del trato recibido, pero aún le manifestó su fidelidad.

General constitucionalista

Desde El Paso, Pancho Villa le escribió un telegrama a Abraham González, gobernador de Chihuahua, para informarle donde se encontraba y le encomendó que le dijera a Madero que no le causaría problemas, pero que “si me necesita alguna vez, estoy dispuesto a servirlo como siempre”. Al enterarse del asesinato del presidente Madero, según su esposa Luz Corral, Villa “se golpeaba el pecho, se mesaba los cabellos y gritaba: ¡traidores!”.

Villa retomó entonces su vida como señor de la revolución. Se reunió con el gobernador de Sonora, José María Maytorena, con quien estableció una alianza política y militar. Recabó fondos, reunió pertrechos, compró armamento. Por su parte, Pascual Orozco y los colorados declararon su apoyo al gobierno de la traición. El ejército de Huerta reconoció los sueldos de los orozquistas desde el levantamiento contra Madero, se les concedieron retribuciones a las viudas, se pagaron las deudas de la campaña, se incorporaron al Ejército federal como rurales y se les prometió una ley agraria.

El 6 de marzo llegaron a Chihuahua unos comisionados militares de Huerta para asesinar al gobernador González. El general Rábago lo entregó a quienes serían sus sicarios. Mientras tanto Pancho Villa se aprestaba para regresar a Chihuahua. El 8 de marzo de 1913, cerca de las 6 de la tarde cruzó la frontera con ocho compañeros: Carlos Jáuregui, Darío W. Silva, Juan Dozal, Tomás Morales, Pedro Sapién, Miguel Saavedra, Manuel Ochoa y Pascual Álvarez. Todos ellos mal armados o con pocas provisiones de boca. Dispuestos, sin embargo, a matar o morir para vengar la muerte del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez. 

En una de sus primeras acciones guerrilleras, asaltó con su partida un tren que transportaba 122 barras de plata, pero en una emboscada posterior perdió siete hombres. En esta etapa inicial, Villa se mueve con sigilo y recibe a Rosalío Hernández que trae consigo una comunicación de Venustiano Carranza, el gobernador de Coahuila que ha desconocido a Victoriano Huerta como presidente, mediante el Plan de Guadalupe. En su misiva Carranza le confiere el grado de general brigadier y le notifica que ha puesto en vigor la ley del 25 de enero de 1862, que castiga la traición, el motín militar y el alzamiento sedicioso con la pena de muerte. En los hechos se permitía el fusilamiento sin causa de todos aquellos oficiales que secundaron el gobierno de los golpistas, también significó una pena de muerte inmediata para los colorados orozquistas.

Villa era un guerrillero taimado con experiencia en el Ejército federal. Conocía la forma de actuar de los generales porfiristas y atacaba sus debilidades. Su principal virtud era la rapidez de sus movimientos. Su partida avanzaba de 30 a 60 kilómetros diarios por veredas secretas. La sorpresa se convirtió en una estrategia ante las lentas columnas del Ejército federal. Así las atacaba cuando tenía condiciones favorables y se replegaba ante contingentes mayores. También continuaba reclutando y armando gente. Pronto se le unieron los antiguos revolucionarios con sus propias partidas. En pocos meses, el estado de Chihuahua estaba levantado en armas.

Pancho Villa era un líder revolucionario, pero también social. En las poblaciones que tomaba repartía granos entre los pobres y realizaba actos de justicia. En una de las haciendas de los Terrazas, El Carmen, aún existía el peonaje por deudas y se torturaba a los peones, Villa ejecutó públicamente al administrador y a uno de sus ayudantes. Enseguida pronunció un discurso en el que les dijo a los campesinos que no aceptaran la esclavitud, que se organizaran y que eligieran a sus autoridades, leales a la Revolución. En San Andrés repartió alimentos, en Camargo expropió a los comerciantes españoles y vendió los productos a precios bajos. 

Jefe de la División del Norte

El 29 de septiembre de 1913 se reunieron los principales líderes revolucionarios de Chihuahua, Durango y La Laguna en la Hacienda de la Loma. Al frente de estos cuerpos se encontraban Francisco Villa, Calixto Contreras, Severino Ceniceros, Eugenio Aguirre, José Isabel Robles, Raúl Madero, Benjamín Yuriar, Tomás Urbina, Orestes Pereyra, Juan N. Medina, Maclovio Herrera y Juan E. García, quienes dirigían en sus respectivas brigadas a rancheros, mineros, trabajadores industriales y peones de hacienda convertidos en soldados revolucionarios que habían infligido derrotas de consideración al Ejército federal. Los jefes decidieron dejar atrás la lucha guerrillera, unificar las tropas, elegir a un general en jefe y organizarse en un cuerpo del Ejército constitucionalista y presentar batallas formales contra el Ejército federal. Por su experiencia revolucionaria, se eligió a Francisco Villa como general en jefe de la División del Norte.

El 2 de octubre, la División del Norte entró triunfante a Torreón. Los federales abandonaron numerosos pertrechos de guerra y los cañones El Rorro y El Niño. Los prisioneros fueron fusilados, aunque los de artillería se salvaron y fueron incorporados a las fuerzas villistas. En Torreón, Villa se volvió a casar, ahora con la señorita Juana Torres, empleada de la Torreon Clothing Company. Hubo ceremonia civil y religiosa. Villa justificaba sus matrimonios alegando que quien había cometido pecado era él, no sus esposas. Luego abandonó Torreón y se dirigió a Chihuahua.

Con la toma de Torreón, el general Francisco Villa y la División del Norte acrecentaron su fama. Se organizaron más brigadas y se logró profesionalizar a los guerrilleros, convirtiéndolos en soldados con moral revolucionaria, aguerridos en el combate y leales a la causa. También le permitió hacerse de recursos importantes que les quitó a los reaccionarios y huertistas del lugar. Con el dinero colectado Villa organizó compras de armamento en las ciudades fronterizas de Estados Unidos. 

La División del Norte atacó la ciudad de Chihuahua, pero fue rechazada. Sin embargo, reconcentró sus fuerzas y tomó Ciudad Juárez en la madrugada del 15 de noviembre de 1913 mediante una estratagema conocida como el “tren troyano de Pancho Villa”, acción en la que sus tropas entraron furtivamente a la ciudad sin ser notadas. Los oficiales del Ejército fueron capturados en casas de juego donde se divertían apostando y bebiendo. La División del Norte se hizo con un importante botín de guerra. Villa se comunicó con Carranza para informarle de la toma de la ciudad fronteriza, el Primer Jefe le envió 150 mil dólares con Luis Aguirre Benavides, quien se quedó con Villa como secretario particular. 

Desde la capital del estado grande se envió una columna de cinco mil hombres reforzados con artillería para recuperar Ciudad Juárez, pero fue derrotada tras varios días de enfrentamiento mediante una carga de caballería en Tierra Blanca. El 8 de diciembre, las tropas del coronel Trinidad Rodríguez entraron a Chihuahua, por la tarde lo haría el general Villa con el grueso de la fuerza. Las personas hicieron vallas en las calles y gritaban al paso de la tropa: ¡Viva Villa!, ¡Viva Carranza!, ¡Viva la Revolución!

Gobernador de Chihuahua

El 8 de diciembre de 1913, en el Salón Rojo del Palacio de Gobierno se le hizo entrega formal del gobierno de Chihuahua a Pancho Villa. Una multitud se concentró para escucharlo, Villa saludó a sus “hermanos de raza”, firmó el documento que lo nombraba gobernador y emitió su primer decreto: la ley seca para el ejército rebelde y fusilamiento para el soldado que fuera encontrado borracho. John Reed, periodista norteamericano de ideas de izquierda, llegó a Chihuahua por esos días. En uno de sus artículos describió un día cotidiano en la vida del gobernador:

Villa llegaba a las ocho y media, se arrellanaba en una silla y les hacía leer en voz alta lo que había. A cada minuto intercalaba una observación, corrección o sugestión. De vez en cuando movía su dedo hacia atrás y hacia adelante y decía: “No sirve”. A Villa le parecía que la mayor parte de los actos y costumbres de gobierno eran extraordinariamente innecesarios y enredosos. 

El gobernador Villa estableció una política social, sustentada en la ganadería de las haciendas de los oligarcas chihuahuenses. Para favorecer a las clases menesterosas fijó el precio del litro de leche en 10 centavos, el pan en 8 centavos y en 15 centavos el kilo de carne de res. El 12 de diciembre emitió el Decreto confiscatorio de bienes de los enemigos de la Revolución, dirigido a las propiedades de la oligarquía chihuahuense. Se enumeraba su colusión con la traición orozquista-huertista, su papel como explotadores del pueblo y su enriquecimiento ilícito. Con el decreto, Villa les expropió a los Terrazas, Creel y a otras familias más de siete millones de hectáreas, casi dos tercios de la tierra productiva del estado. Las haciendas serían administradas para dotar de dinero a la División del Norte, pero también se consideró repartir recursos y tierra a las viudas de los soldados y a los huérfanos de la revolución, luego les tocaría a los combatientes apenas triunfara ésta, así lo prometió. 

El gobierno “a la ranchera” de Pancho Villa llamó la atención de la prensa estadounidense que lo convirtió en una celebridad, aunque los reportajes lo subrayaron como un hombre peligroso y a su pistola como una extensión de su anatomía. Los artículos a veces lo ensalzaron, en otras lo vituperaron. Villa también se apoderó de los importantes recursos del Banco Minero, propiedad de la familia Terrazas y limpió Chihuahua de tropas federales al derrotar al último contingente en Ojinaga. El 7 de enero de 1914 aceptó el nombramiento hecho por Carranza de Manuel Chao como gobernador militar de Chihuahua, quien continuaría la distribución de tierras a viudas, veteranos inválidos y huérfanos de la revolución. En las cuatro semanas que estuvo al frente de la administración estatal, Villa transformó radicalmente el perfil del gobierno y de la sociedad. Fue en verdad un gobierno revolucionario.

Señor de la revolución 

En los primeros meses de 1914 se organizó el Estado Mayor, la escolta personal de Villa, conocida como Los Dorados. También se formaron los cuerpos de artillería, bajo el mando del general Felipe Ángeles, y la Brigada Sanitaria, a cargo del doctor Andrés Villarreal. El tren sanitario contaba con una sala de operación y una capacidad de atención de hasta 1 400 heridos. De igual modo, el Estado Mayor le fue encargado al general Manuel Medinaveytia, responsable de la logística y administración de los recursos. A los villistas los acompañaban miles de mujeres, convertidas en soldaderas, quienes los alimentaban, los cuidaban y los animaban en sus días cotidianos, también participaron en las batallas llevando bastimento a los soldados, curando a los heridos y acompañando a los moribundos. 

El 3 de abril de 1914 la División del Norte entró triunfalmente a Torreón. El general Villa fue vitoreado por la población, se impidieron los saqueos y se restableció el orden al atardecer, cuando los negocios reabrieron sus puertas. La segunda toma de Torreón fue sangrienta, se perdieron más de 1, 780 hombres y hubo 1, 937 heridos. Para cumplir con los deseos del Primer Jefe, la División del Norte derrotó a las fuerzas federales de Coahuila, el 14 de abril en San Pedro de las Colonias y el 17 de mayo en Paredón con una carga de caballería de 6 mil hombres. Los federales abandonaron Saltillo y la División del Norte se reconcentró en Torreón para tomar Zacatecas. 

Venustiano Carranza ordenó a los jefes Pánfilo Natera y Domingo Arrieta la toma de la ciudad, pero fracasaron en su intento. Entonces el Primer Jefe ordenó a Villa que fragmentara su ejército y pusiera una parte a las órdenes de Natera, a lo que el Centauro se negó, las diferencias entre ambos escalaron. Intercambiaron telegramas en los que Villa renunció al mando de las fuerzas, Carranza aceptó la renuncia y pidió a los jefes de las brigadas nombrar a un nuevo general en jefe de la División del Norte. Los jefes desconocieron entonces la autoridad del Primer Jefe y, contra sus órdenes, decidieron marchar de inmediato a Zacatecas para tomarla a sangre y fuego. La política social de Villa y su acendrado maderismo fueron los motivos reales de la ruptura. 

La ciudad estaba defendida por unos 12 mil hombres al mando del general divisionario Luis Medina Barrón. El plan de ataque consistió en asaltar simultáneamente las posiciones atrincheradas de los cerros de Loreto y Tierra Negra, para apoderarse después del cerro Magistral y de los del Grillo y la Bufa. Por el sur se atacaría el Cerro del Padre. Sólo quedaría libre el camino a Guanajuato, donde, según el plan serían destrozadas las fuerzas en fuga. La victoria de Zacatecas aniquiló a las fuerzas del Ejército federal y obligó al usurpador Huerta a renunciar a la presidencia. Esa victoria personificó el triunfo de las fuerzas revolucionarias, pero también la victoria de las clases populares sobre un orden político-militar corrupto e inmoral.

Con la revolución del sur

Las fuerzas de Pancho Villa rompieron políticamente con el Primer Jefe y establecieron una alianza con el zapatismo en diciembre de 1914. El Pacto de Xochimilco, la toma de la Ciudad de México y el gobierno de la Convención son los momentos culminantes de esta revolución popular encabezada por el Centauro del Norte y el Caudillo del Sur. Derrotada en los campos de batalla del Bajío, el villismo se convirtió en una fuerza guerrillera que invadió Columbus, Estados Unidos, y combatió a las fuerzas invasoras carrancistas en Chihuahua y Durango de 1916 a 1920. A pesar de lograr victorias de importancia, el villismo no pudo reconfigurar su poderío militar ni político. 

Entrada de las fuerzas de Francisco Villa y Emiliano Zapata en la ciudad de México, 1914. Colección: Sistema Nacional de Fototecas, INAH. Fotografía tomada de aquí: https://mediateca.inah.gob.mx/

La muerte de Carranza, el 21 de mayo de 1920 en Tlaxcalantongo, posibilitó la firma del Pacto de Sabinas. Mediante dicho documento, el gobierno federal reconoció al Centauro como general revolucionario, Villa y sus hombres depusieron las armas para retirarse a la vida privada en la Hacienda de Canutillo, donde viviría con una escolta de 20 hombres, quienes recibirían pagos periódicos del gobierno, haberes por un año, se les dotaría de tierra o se les incorporaría al Ejército con reconocimiento de su grado. Villa se comprometió a no tomar las armas contra el gobierno. La lucha villista había terminado. 

El 20 de julio de 1923, con el respaldo de la gente rica de Parral y la aprobación del gobierno de Obregón y Calles, Pancho Villa fue asesinado en una emboscada por sicarios comandados por Melitón Lozoya y Jesús Salas Barraza. En el atentado también murieron su secretario, Manuel Trillo, y cuatro de sus escoltas. Cincuenta Dorados lo acompañaron a su sepulcro; en la oración fúnebre se señaló que había sido un crimen político. La memoria de su lucha pervivió a través de corridos y en el recuerdo de sus soldados. Luz Corral también resguardó su memoria en el museo de la Quinta Luz, actualmente Museo de la Revolución en Chihuahua. Tres años después, manos desconocidas profanaron su tumba y robaron su cráneo. 

En distintos lugares del mundo, como en la Unión Soviética, Japón y Chile, se han escrito biografías de Pancho Villa y se le ha recordado como un revolucionario del pueblo que luchó contra la injusticia y por sus “hermanos de raza”. Finalmente, el Estado mexicano reconoció su legado y la legitimidad de su lucha cuando, el 25 de noviembre de 1966, inscribió su nombre con letras de oro en el Muro de Honor del Congreso de la Unión; diez años después, en 1976, sus restos fueron depositados en el Monumento a la Revolución en la ciudad de México. 

Cadáver de Francisco Villa en el Hotel Hidalgo, Parral, Chihuahua, 1923. Colección: Elmer y Diane Powell, Biblioteca DeGolyer, Universidad Metodista del Sur de Estados Unidos. Fotografía tomada de: https://digitalcollections.smu.edu/digital/collection/pwl/id/1246 

Cervantes, Federico, Francisco Villa y la Revolución, México, INEHRM, 1960. 

Katz, Friedrich, Pancho Villa, México, Era, 1998, 2 vols. 

Luna, Daniel Librado, Francisco Villa. Semblanza, México, INEHRM, 2023. La versión digital se puede consultar aquí: https://inehrm.gob.mx/recursos/.

Pancho Villa: retrato autobiográfico, 1894- 1914, edición preparada por Guadalupe Villa y Rosa Helia Villa, México, Taurus y UNAM, 2003. 

Taibo II, Paco Ignacio, Pancho Villa. Una biografía narrativa, México, Editorial Planeta, 2006. 

Si quieres conocer más sobre la vida del Centauro del Norte, te invitamos a consultar la sección dedicada a Francisco Villa en el INEHRM. Encontrarás videos, cápsulas, fotografías y diversos materiales audiovisuales. Consulta:  https://inehrm.gob.mx/es/inehrm/villa 

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